viernes, 11 de abril de 2008

Engaño (no)culpable


No sé si fuiste tú quien me convenció aquella noche de salir. No era el día ni tiempo apropiado, pero me atraías y no pude evitar rechazar la invitación por muy extraña que fuese. Caminamos y me contaste un par de cosas que ya sabía de ti, pues te comportabas en forma obvia, convirtiéndote en una persona muy predecible. Te pareció raro encontrarme ahí, pero era yo en realidad quien estaba más desconcertado por tu presencia, claramente no pertenecías ni al lugar ni a la instancia.

Pensé que el encuentro era para tomar algo, aunque lo veía difícil, ganas no te faltaban, pero ya te podías dar cuenta cómo era todo ahí. Lo conseguimos… conversaciones “intento de profundas”, que finalmente se traducían en ideas banales y casi utópicas, de esas que con alguien serio me parecerían absurdas. De pronto no me importó nada, porque en el momento -supuestamente -de despedida me hablaste de cerca cuando perfectamente podías haber tomado distancia. Y volviste a hablarme, esta vez rozaste mi mejilla y yo no estaba creyendo nada.

- Soy yo quien debiese haber tomado la iniciativa - pensé.

Pero no. Abrí los ojos y allí estabas, acercándote cada vez más y más. Fueron movimientos corporales que me dieron a entender perfectamente qué estabas buscando. Y asentí subliminalmente abriendo un nuevo camino. Aunque dije no en primera instancia, me dejé llevar por tus labios, claramente no vírgenes. Correspondí ese beso y todos los que siguieron a continuación. Si bien sabía que iba a ser un encuentro casual quise tomar el riesgo, mas nunca manejar la situación.

Preferí –por primera vez- que tú llevaras la conducción de esta locura , que dirigieras donde fuese, de hecho no estaba dispuesto a responder por accidentes. Y no lo hice, pues nos estrellamos con ese árbol… a esa altura fue imposible perdonarte la vida. Nos besamos durante tanto tiempo antes de seguir con lo que venía, que ni nos dimos cuenta cómo estaba avanzando la hora. Al parecer esa noche jugaba a nuestro favor, pues el cielo permanecía inmune, las nubes nunca aparecieron; el sol, tampoco. Por eso aprovechamos la soledad para hacer de nosotros un solo cuerpo.

Fuimos felices, porque te deseaba y tú también a mí. Aunque perfectamente podríamos haber prolongado aquella locura, yo ya tenía otro compromiso y –ahora- un grave problema que resolver. Me dio lo mismo, porque me agradó tanto que volvería a repetirlo. Y no dudé en volver a hacerlo.

viernes, 11 de enero de 2008

Reflexión en la montaña

Siempre he pensado que pagarle 5 lucas por una promo al viejo que estaciona autos en frente del casino es una wea estúpida de curaos, que no entienden que a las 5:30 de la mañana el carrete ya ha sido suficiente.

Pero nunca antes pensé que valía tanto la pena pagar 12 lucas (entre tres) por un ron de mala muerte. Y aunque terminó saliendo gratis (es imposible no poder aplicar "el cuento del tío" aun en los lugares más recónditos) debo reconocer que estuve a punto de hacerlo. No porque sea un alcohólico, sino más bien porque se te llega a calentar tanto el hocico cuando sabes que en un villorrio de cien habitantes se está subastando una botella de alcohol, quizás la única que se pueda adquirir en días. Y no has bebido una sola gota... sin embargo te seduce la idea que puedes tener una placentera borrachera que te ahorrará una noche completa de interrogantes, empezando por cuestionarte el haber aceptado un trabajo semi-bien pagado en un lugar donde no hay bares, karaokes, botillerías, amigos, polola o familia, elementos esenciales en la vida que normalmente llevas.

El alcohol aquí es más que un bien preciado: vale más que cualquier cosa. La bebida no importa, es como si no existiera, porque si hay una palabra desconocida en este lugar, ésa sería "promo". Generalmente se toma "puritano", "tal como el artesano la echó al envase". Y nadie le hace desaires, porque el alcohol recibe cierta adoración por parte de esta masa de gente, que busca olvidar o al menos disimular toda clase de remembranzas, sabiendo que cada vez falta menos para los 23 días de trabajo y por fin salir del cautiverio.

Por aquellos días era Nochebuena y Año Nuevo. A nadie parece importarle mucho. Sólo quieren asegurarse que en la festividad no falte lo esencial para "pasar por alto" que hay un sinnúmero de abrazos que no darán. Pero entre todos se hacen compañía, porque aquí la mayoría parecen ser buenas personas. Casi no he sabido de peleas y pelambres, pero siempre están los envidiosos, explotadores, energúmenos, competitivos y demases que puedes encontrar en una empresa. Los de la ciudad venimos a comtaminar un poco este pacífico ambiente, porque aquí hay un mundo completamente al que está allá afuera, del que tú lector estás participando.

xoxo